viernes, 23 de enero de 2015

El lector

Editorial: Anagrama. Año de edición: 2000
Género: narrativa

Resumen del libro
Michael Berg tiene quince años. Un día, cuando regresa a casa del colegio, empieza a encontrarse mal y una mujer acude en su ayuda. La mujer se llama Hanna y tiene treinta y seis años. Semanas después, el muchacho, agradecido, le lleva a su casa un ramo de flores. Este será el principio de una relación en la que, antes de amarse, ella siempre le pide a Michael que lea en voz alta fragmentos de Schiller, Goethe, Tolstoi, Dickens... El ritual se repite durante varios meses, hasta que un día Hanna desaparece sin dejar rastro. Siete años después, Michael, estudiante de Derecho, acude a un juicio contra cinco mujeres acusadas de criminales de guerra nazis. Una de las acusadas es Hanna. Y Michael se debate entre los gratos recuerdos y la necesidad de justicia. Trata de comprender qué llevó a Hanna a cometer esas atrocidades, intenta descubrir quién es en realidad la mujer a la que amó.


Mi valoración
Por poco que haya pensado al respecto, cada persona sostiene un mínimo sistema de valores y de forma inevitable toda obra literaria contiene la transmisión de unos valores que, por sentido común, serán los que ayudarán al autor a relacionarse con la vida en comunidad. Estoy hablando del compromiso ético del escritor frente a la sociedad. Pues bien, Schlink, a través de El lector, pone a prueba su sistema de valores. El protagonista, Michael, “quiere comprender y condenar al mismo tiempo el crimen de Hanna”. Nos pone el autor ante un verdadero problema; esto es, nos enfrenta a algo que no tiene una solución definitiva, a un asunto ante el que solo se puede dar y dar vueltas y cuya solución más cercana es el silencio.
Uno de los méritos de la novela consiste precisamente en esto: en la dificultad para situarse y escoger, para adoptar una actitud clara y consecuente con los valores éticos seleccionados. Michael no consigue resolver el dilema: compasión hacia Hanna o justicia para ella. Schlink con gran inteligencia sitúa al muchacho en una postura muy difícil: si Michael habla en el juicio revelará lo que Hanna quiere ocultar; esto es, su analfabetismo, y si Michael calla, permitirá que la justicia sea parcialmente injusta al dejar que la condena exceda el crimen de Hanna puesto que ella es una más y no la cabecilla del grupo. Un buen rompecabezas, sin duda.
Si hasta aquí mostraba el compromiso ético que plantea el autor por medio de la novela, tampoco se olvida del asumir un compromiso ideológico. El lector es una novela cargada de ideología. Michael, al enfrentarse con el pasado de Hanna, reflexiona sobre los hijos de los responsables de los crímenes del nazismo y sus secuelas en la sociedad alemana. Schlinck mira al pasado alemán desde la no demonización ni de unos ni de otros; no apuesta por ningún bando. Hay ideología en El lector, pero no se hace ideología; tema, que por otra parte, me haría desconfiar mucho. En la novela no hay grandes soluciones (por desgracia casi nunca las hay ni en la literatura ni en la vida), pero sí que el novelista hace algo muy interesante: con la novela quiere ser la voz de la memoria de la sociedad alemana posterior al nazismo y desde ahí, desde un caso particular, pretende seguir hacia el futuro con la siguiente apuesta:

“Una de mis áreas de investigación era el Derecho en la época del Tercer Reich, y ahí se aprecia con especial claridad cómo el pasado y el presente se funden en una sola realidad vital. Ahí, la manera de huir no consiste en buscarle las vueltas al pasado, sino justamente en concentrarse solo en un presente y un futuro ciegos a la herencia del pasado, de la que estamos empapados y con la que tenemos que vivir” (pág. 170)

Compromiso ético. Compromiso ideológico. Y también compromiso con la realidad. En efecto, Schlink es juez y, como en la prueba del algodón, Schlink no engaña, escribe sobre lo que conoce. Para mí esto le honra porque se preocupa de ser responsable de lo que hace, se queda lo más cerca posible de casa y, de paso, garantiza su esfuerzo para que lo que cuenta en El lector contenga verdad. El novelista ha pateado el terreno que pisa y no trata de ir más lejos de lo que puede defender. Todo un mérito.


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