jueves, 5 de mayo de 2016

Juventud americana


   Argumento
   En una ciudad americana un hermano mata accidentalmente a otro por el manejo indebido de una escopeta. El chico, el dueño del arma, se siente culpable, en su casa le aconsejan que no diga la verdad sobre lo ocurrido. Desorientado y solo, se acerca a una banda que defiende el racismo y el uso de armas. Al final recibe el perdón de la madre y confiesa la verdad con lo que consigue descargarse de la culpa que lo atormenta durante toda la novela. La culpa, el desasosiego, la angustia lo llevan, por ejemplo, a quemarse con un mechero en el antebrazo para contrarrestar con el dolor físico el dolor moral. 
    
     Valoración
   Juventud americana es una historia que transcurre entretejida en diálogos. El diálogo es una forma textual difícil de dominar porque a menudo, cuando menos se espera, si saber cuándo ni por qué, la historia se encabrita y no avanza o suena más falsa que un duro de madera. Sin embargo, no ocurre esto en la novela de LaMarche. Y no sucede porque el autor sabe cómo manejarlo.
   La mayor dificultad para construir un diálogo literario está en conseguir un equilibrio entre la lengua hablada y la lengua escrita. Los ingredientes de la lengua hablada darán naturalidad al diálogo, pero este deberá pasar obligatoriamente por el tratamiento especial de la lengua que conlleva todo texto literario. Hay que hilar muy fino, pues, y mantener un equilibrio sutil para que lo escrito no caiga exclusivamente del lado de la lengua hablada (pues el texto se saturaría de repeticiones, incoherencias e incluso despropósitos) y por otro lado, debemos mantener el pulso firme para que no se nos vaya de la mano y generemos un diálogo muy “literario”, eso sí, pero artificial y lento. Al autor de Juventud americana le suenan y le salen los diálogos verdaderos y creíbles. Tiene buen oído y construye diálogos que, aun modulándose con un fraseo literario, conservan una resonancia coloquial y mantienen en todo momento esa delgada viveza que subyace en lo que se dice y en lo que se escucha.
   Echemos un vistazo a los recursos que usa Phil LaMarche para conseguir tan buenos diálogos.
   Usa el diálogo de contrapunto. Me explico. Hay un primer nivel de comunicación que es el sentido literal de las palabras, pero también aparece un segundo nivel donde no se habla directamente de los problemas sino que se hace a través de los elementos que lo reflejan; ocurre justo como en la realidad y se ponen de manifiesto matices y recovecos de los personajes. Por ejemplo, hay un problema de comunicación entre la madre y Teddy a lo largo de la novela que aflora muchas veces por medio del diálogo.
   “Al chico le apetecía mucho el pollo con arroz, a pesar de las tres porciones de pizza que había comido en casa de Chris.
   —¿Ha sido Colleen? —preguntó la madre.
   El chico se encogió de hombros.
   —Verás, pensé que ella traería problemas —dijo la madre. Yo debería haber hecho algo.
   El chico asintió. Comió con rapidez. Enjuagó el plato antes de meterlo en el lavaplatos.
   —Subo a hacer los deberes —dijo.
   —Vale —dijo ella.”
   Como en la vida real, los personajes no siempre cuentan todo. Esta falta de información que se refleja en ciertos diálogos actúa positivamente en la trama y proporciona capas de complejidad y verdad al personaje.
   “—No tengo por qué decirle nada a nadie de las botellas rotas que encontré aquí, Ted. Podemos eliminar la acusación de incendio provocado. Y si nos dices lo que sucedió con los Dennison creo que quedará claro para todo el mundo que solo fue un accidente.”
   La caracterización de un personaje, esto es, su aspecto físico y su forma de ser, se puede hacer bien por las palabras del narrador bien mostrándonos sus acciones bien describiéndonos cómo es, o se puede hacer mediante el diálogo. Con esta opción el personaje llega más directo al lector puesto que no hay narrador por medio. Y en Juventud americana el diálogo representa de maravilla a los personajes. En efecto, así nos enteramos de la actitud de negación del accidente que adoptan los padres de Ted.
   “—Cuidado con lo que dices —le dijo su madre.”
   “—No vamos a decir una palabra de esto.”
   Cuando el chico decide hablar, su madre comenta:
   “—Muy bien —dijo—. Pero ahora estás solo. Ahí te quedas. —Señaló con una mano hacia la puerta de la calle—. Con todo eso.”
   También el diálogo recoge la reacción de la madre del muchacho muerto.
   “—Ya no pienso tanto en él como solía —dijo ella—. A veces me siento una mala madre. Es horrible abandonarle. Pero intento pensar en lo que él querría. Primero pensé que él quería que me vengase o algo. Pero eso era lo que yo quería. Él solo quería que fuésemos felices.”
   Con diálogos nos enteramos de la desorientación del chico tras la muerte accidental.
   “—¿Me lo contarás ahora? ¿Qué pasó?
   —¿Cómo fue?
   Él pensó un momento.
   —No hubo cantidad de sangre ni nada por el estilo —dijo—. Solo se paró.
   —¿Se paró qué? —dijo Colleen.
   —Se paró todo.”
   Por último, LaMarche hace un uso de un diálogo dinámico que huye de la alternancia monótona de preguntas y respuestas, y encadena réplicas de forma dinámica en forma de gestos.
   “—¿La has cargado? —dijo.
   El chico asintió.”
   Una novela entretenida, ágil y que presenta, entre otros temas, la violencia de la sociedad americana donde hay excesiva facilidad para armarse hasta los dientes. Me dejó buen sabor de boca.



No hay comentarios:

Publicar un comentario