lunes, 11 de enero de 2016

Un viejo que leía novelas de amor








Resumen
Cuando empieza el libro, Proaño es un hombre viejo y solo que se refugia en la lectura de novelas de amor. Llegó a El Idilio años atrás con su mujer, huyendo de las murmuraciones de los vecinos, enviudó pronto y convivió durante un tiempo con los shuar, unos indios que conocen bien la selva y de quienes aprendió a respetar la naturaleza. También al principio de la novela llega al pueblo un hombre asesinado por una tigrilla enloquecida pues este había matado a sus crías. Proaño y una partida de hombres, primero, y Proaño en solitario, después, se dedicarán a cazar al peligroso animal que causa estragos por los alrededores. La muerte de la tigrilla a manos del protagonista cierra la novela.


Mi valoración
Recoge esta novela de corte realista los contenidos argumentales que presentan la peculiaridad americana. Repaso los hilos temáticos con los que Sepúlveda teje un bonito tapiz hispanoamericano.
1º) Hay naturaleza de proporciones grandiosas y cuyas fuerzas encuadran y condicionan la aventura humana. Esa naturaleza es la selva, con lluvias torrenciales, vendavales, animales peligrosos, enfermedades y plantas venenosas. Con la selva, el hombre debe convivir sin intentar dominarlas; justo lo que hacen los shuar y Proaño frente a los gringos, el alcalde de El Idilio o los buscadores de oro.
2º) Resulta proverbial la inestabilidad política de los países sudamericanos. Pues bien, ejemplo de lo anterior es El Idilio con su dictador de turno, el Babosa, y toda la corruptela que lo rodea (desfalcos, impuestos abusivos…). Sirvan de botón de muestra las páginas 61 y 62 que muestran con gracia e ironía la corrupción del sistema democrático en el pueblo.
3º) Tampoco se olvida Sepúlveda de tejer la trama con el hilo de los problemas sociales. Por un lado, están los gringos de las compañías petrolíferas y por otro, los indios y los mestizos. No se olvida el autor de denunciar la condición oprimida del indio, víctima fácil para cargar con la culpa de todo frente a los todopoderosos, representados por el alcalde o los buscadores de oro. En este punto, debo decir que me resultó muy entretenido el capítulo que abre la novela. Hay allí jíbaros, shuar, gringos, montubios; en fin, una muestra estupenda de esa mezcla de razas y civilizaciones que constituye las señas de identidad del territorio hispanoamericano.
4º) Incluso da cabida el chileno en su novela a problemas existenciales. Cuando empieza la novela, Proaño es un hombre viejo y solo que reflexiona sobre estas circunstancias vitales y trata de sobrellevarlas como puede y se le ocurre. Es más, recorre toda la novela una preocupación del protagonista que resulta de lo más interesante; a saber, la preocupación por mantenerse digno, por no romper el delicado equilibrio de las reglas de juego que todo ser humano deber respetar, por ser persona de principios y coherente consigo misma. Y, cómo no, cierra el libro una reflexión de Proaño sobre el miedo, estado de ánimo muy familiar para cualquier persona.
5º) Sin embargo, y es un alivio, no se pone pesado el autor con el realismo mágico (la gran vaca sagrada de la novela hispanoamericana). Se lo agradezco pues por estas fechas con las comilonas pasadas, los "chinchines" y los regalos no anda una para charlas de digestión pesada.

Debo decir que me gustó la obra no solo porque es una novela de la tierra o indigenista sino porque la considero una obra de mestizaje. Proaño es un personaje que despierta mis simpatías y es un mestizo cultural. Me explico. Aprende a vivir según la ley de la selección natural de la selva, convive con los shuar, acepta la ley del más fuerte de la naturaleza, de ahí que cuando mata con escopeta, se siente avergonzado, indigno y envilecido; pero Proaño también necesita leer novelas de amor. Aquí está, creo yo, la unión de la ley natural y el orden “civilizado”, de la selva y las novelas de amor, de los shuar y la escritura. Aunque Proaño aparece ante nuestros ojos como un lector ingenuo (recuerdo la deliciosa anécdota de la novela de amor que sucede en Venecia), su relación con la lectura como una manera de vivir en compañía de los libros, me parece un consejo estupendo que intentaré no olvidar.
Pues eso, que Sepúlveda cuenta una historia sin laberintos, sin senderos que se bifurcan. Todo sencillo, llano y accesible. El lodo de El Idilio es producto de la estación de las lluvias y no de los polvos de Macondo o Comala, con todo mi respeto para García Márquez o Rulfo.

Novela entretenida, historia sencilla y bien contada. Una lectura agradable. ¡Ah!, si se deciden a leerla pongan cerca el diccionario; guarisapos, achiote, capibara, saíno, chicha, café cerrero, callana, panela son algunos ejemplos de los americanismos muy frecuentes en Un viejo que leía novelas de amor.

1 comentario:

  1. En taller de lectura POST DATA fue motivo de estudio.
    Resultó ser una excelente novela !

    ResponderEliminar