martes, 9 de febrero de 2016

El Consejo de Egipto




Resumen
Un clérigo finge traducir un códice de la época de la dominación árabe en Sicilia. En realidad lo que hace es crear un documento que va a poner en jaque a los aristócratas del lugar cuando descubren que sus privilegios carecen de legitimidad histórica.

Valoración
Es hora de dejar de saber de oídas y empezar a leer de nuevas. Así comencé con El Consejo de Egipto, de Leonardo Sciascia, por sugerencia de una compañera de trabajo. Se trata de una novela breve, situada en la Sicilia de finales del siglo XVIII y dividida en tres partes. Su lectura no es sencilla, pero si somos capaces de superar los problemas iniciales, asistiremos gozosos a un estupendo diálogo de ideas.
Cada vez hay más personas que prefieren lecturas cómicas, de ahí que mi valoración se centre en la vena irónica que recorre la novelita, sobre todo, la primera parte. Sciascia, en efecto, posee un sentido del humor bien afilado capaz de borrarle el ceño al mundo. Y ese séptimo sentido (como algunos llaman al sentido del humor) se refleja en la visión satírica con que el autor mira la historia y la filtra para devolverla a través de una lente deforme que hace las delicias del lector.
Veamos cómo Sciascia usa recursos retóricos para alejarse y tomar una perspectiva suficiente que perfile una excelente visión humorística.

“Decidió tomar un baño: acontecimiento no menos raro que el que el astrónomo Piazzi espiaba en los cielos equinocciales.”
“A medida que transcurrían los días, la enfermedad del abate Vella se agravaba más y más. Al tercer día comenzó a escupir sangre; al octavo pidió que se le administrara el viático y todos estuvieron de acuerdo en que eso sería lo mejor […]. Durante el día cuidaba de él su sobrina, lo que es un modo de decir, puesto que el abate iba y venía por la casa, con sus ropas de noche, preparado para meterse entre las sábanas ante la primera señal de alarma.”
“En cuanto a la misa que cada mañana tenía el deber de decir […] había obtenido autorización para decirla sobre el pequeño altar que se había construido en la casa, a menudo ocurría que la olvidaba.”

Además de la invitación que el autor nos hace a que nos perdamos o nos encontremos en la curva inquieta de nuestros labios, hay más, bastante más en esta densa y profunda obra del italiano.
No obstante, hoy lo dejo aquí; con la miel de la sonrisa en la boca.


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