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Editorial Mondadori |
Se dice que en el momento previo a la muerte corre por nuestra memoria la
película de toda la existencia. En ella, veríamos aparecer los momentos y las
decisiones que determinaron nuestro devenir. Elegía comienza durante el entierro del personaje principal y
recorre los instantes más significativos de una vida ya apagada. El protagonista, un hombre de setenta años,
dividido entre la inercia de la vida cotidiana y su necesidad de ver de frente
su condición realiza largas visitas a los cementerios y se detiene a observar
cómo se cavan y se rellenan las tumbas. No lo hace con horror, tampoco con un
sentimiento morboso; lo realiza con la voluntad de presenciar y nada más.
Mi valoración
Me gustó mucho por la cantidad de temas que trata: la enfermedad, la
muerte, la soledad, la familia, el sexo; todo está presente en las ciento
cincuenta y pico páginas de la novela. Sobre un fondo de enfermedad y muerte se va evocando la vida del
protagonista. Este curiosamente no tiene nombre (dicen que Roth pretendió
reflexionar sobre un hombre cualquiera). El protagonista usa como hitos de su recuerdo las diferentes
intervenciones quirúrgicas a las que se ha sometido a lo largo de su vida.
Comienza con la operación de hernia a los nueve años y termina en un quirófano
debido a un paro cardiaco.
La novela provoca en los lectores reacciones encontradas; hay personas
que la consideran muy triste y otras que ven en ella la parte de vida que
encierra. El libro no es fácil de leer ni de digerir: demasiada violencia
psicológica, mucha crudeza y, al mismo tiempo, una prosa perfectamente honesta
(esta combinación resulta infalible para remover al lector, esta fórmula me
obligo a detener la lectura de La mancha
humana del mismo autor porque fui incapaz de sobrellevarla). En Elegía el lector no puede distraerse ni
un segundo porque todas las palabras están medidas y pesadas. Se necesitan
memoria y atención constantes para poder seguirla con eficacia.
Como comentaba más arriba, en Elegía
no hay redención, más allá de los instantes de felicidad que nos autorizamos a
vivir. Con Elegía uno descubre que el
realismo puede causar un millón de veces más horror que las películas del gran
Tarantino; al fin y al cabo el genial director piensa que “cine es cine”
mientras que para Philip Roth “literatura es vida”.
Un buen verano para todos.