lunes, 12 de enero de 2015

Invisible

                                                                        
                                                                                                     
                                                             

http://www.revistadeletras.net/wp-content/uploads//2010/07/invisible_paul_auster1.jpg
Nº de páginas: 288 págs.  
Encuadernación: tapa blanda.  
                                                        

 Resumen del libro

El argumento, que encierra numerosos elementos autobiográficos, se centra en el manuscrito que el protagonista, Adam Walker, enfermo y a punto de morir, envía a un compañero de la universidad, el famoso escritor James Freeman, para que valore la posibilidad de publicarlo en forma de novela con el título de 1967, año en el que el entonces joven poeta conoce a la extravagante pareja formada por Rudolf Born y Margot, personajes con los que entabla una ambigua relación y vive unas experiencias que lo marcarán para siempre determinando, en cierto modo, su futuro. A partir de ese momento, Rudolf, Margot y las personas que conocerá por su contacto con ellos desempeñarán un importante papel en la vida del escritor. Todos los acontecimientos que Walker relata en las tres partes que envía a Freeman son fruto de la casualidad comenzando por su relación con la extraña pareja, el posterior asesinato de Williams, el viaje a París o la relación con Heléne y Cecile.
  Mi valoración
Creo que es Antonio Orejudo quien sostiene una curiosa y clarificadora división de los escritores: los hay que “cervantean”, otros los llaman escritores vitalistas, y los hay que “quevedean” o escritores metaliterarios, según otros críticos. O sea, si a los primeros les interesa la literatura y concretamente la novela como un medio de contar historias; a los segundos les atrae la literatura como juego. Es más, estos últimos someten el texto a una “torsión” tal que puede provocar rechazo en los lectores no iniciados en ese código, en esa ruta de referencias literarias que plantean, mientras que propiciarán un placer grande en los lectores capaces de participar en el juego.
Pues bien, Paul Auster consigue en esta novela una interesante mezcla de las dos posturas mencionadas. Por un lado hay una historia: los avatares de Walker, Freeman, Heléne, Cecile y demás que puede seguir cualquier lector. Es una narración como dios manda con su planteamiento, nudo y desenlace (este último algo turbio) que el lector puede disfrutar y punto. Por otro lado, hay un segundo nivel para personas más avezadas en esto de la literatura.


Me explico.
Nos encontramos con una novela narrada en las tres personas posibles: “Primavera” está contada en primera persona, “Verano” emplea una dificilísima y extraña segunda persona y “Otoño” va en tercera persona. Hay una prosa más literaria y elaborada en “Primavera” y “Verano”, y una prosa seca, telegráfica, desnuda de adornos, casi un boceto, en “Otoño”. Tenemos también la historia de Walker encajada en la historia de Freeman; incluso la novela de Freeman llega a poner en tela de juicio lo que leemos en la novela de Adam Walker.
En suma, un buen arsenal de técnicas expuestas por Auster para que los lectores disfruten de este artefacto metaliterario, de esta clase magistral de escritura creativa, como algún critico ha calificado Invisible.


Un ejemplo que puede resultar aclaratorio.
El embrujo de Shangai, de Juan Marsé presenta dos narradores y dos historias. Pero en este juego de la literatura la novela se queda bastante lejos de Invisible, de Paul Auster. Pongamos que la novela de Marsé (por cierto, la recomiendo) es un rompecabezas de trescientas piezas. Invisible en esta escala casera que utilizo para entendernos es un rompecabezas de quinientas piezas. Y El mal de Montano, de Vila-Matas es uno de mil. En este último texto, el lector del primer nivel del que hablaba antes encuentra poco clavos a los que agarrarse y los pocos que hay arden y queman.


Espero que la novela enganche, entretenga y ayude a suavizar la fría y dura cuesta de enero.

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