domingo, 3 de mayo de 2015

Noticias de la noche

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Nº de páginas: 328. Editorial: Tusquets.
Encuadernación: tapa blanda.  Año de edición: 2010



Resumen del libro
Poco después del asesinato de un matrimonio de inmigrantes albaneses, un hombre se confiesa autor del crimen. El caso, en apariencia cerrado, se revela más sórdido y complejo cuando aparece asesinada Karayorgui, una periodista especializada en sucesos del “Hello Channel”, importante cadena de televisión del país, Jaritos, un comisario del departamento de homicidios de Atenas, recibe el encargo de dirigir la investigación. Antihéroe de novela negra recurrirá a su intuición, cinismo y experiencia para desentrañar una trama de comercio clandestino y, de paso, descubrirá al asesino de Karayorgui.

        Mi valoración
       Al filo de la Segunda Guerra Mundial la novela de detectives se hallaba agonizando.
      ¿Motivos?
      Varios.
      Por un lado, el aprendizaje del propio lector había destruido la máquina de la novela policíaca, quiero decir que el mecanismo de la novela se había vuelto tan complicado y rocambolesco que no tuvo otro remedio que estallar. Por otro, el mundo del gran detective (Holmes, Poirot…) estaba muriendo. Desaparecen las mansiones victorianas con sus legiones de sirvientes y mayordomos, tantas veces convertidos en asesinos que el asunto ya había derivado en cuestión de risa. Además, la novela policiaca clásica se alejaba peligrosamente de la realidad. Seguía inmersa en la clase aristocrática del Imperio Inglés. Y eso ya era historia. El presente se ubicaba ahora (en la Segunda Guerra Mundial) en Estados Unidos. El eje del mundo. Nada más y nada menos. Allí nació la novela negra en la época de la Ley Seca.
En mi comentario iré viendo los elementos que se transformaron con el paso de la novela policiaca clásica a la novela negra. Y tomaré como modelo de novela negra Noticias de la noche, de Petros Márkaris.
¡Qué curioso!, después de renacer en América, la novela negra vuelve a Europa, no solo a Inglaterra donde estaban sus orígenes sino a distintos países, convertida en el detective español Pepe Carvalho, el francés Maigret, el italiano Montalbano, el sueco Wallander y cómo no el griego Kostas Jaritos. 
Empiezo con los “ingredientes”.
El detective. En la novela policiaca clásica nunca es un policía (Holmes, Poirot…), es un detective aficionado que se muestra inteligente, recto y pulcro, y no parece tener vida más allá del crimen que debe resolver. El detective de la novela negra, en cambio, trabaja por dinero. Y sí, Kostas Jaritos es un tipo normal que siente debilidad por su hija y por la comida basura, que tiene con su mujer una relación ambivalente (la fase del desquite, según sus palabras) y que es aficionado a leer diccionarios.
No solo lo impulsa la lógica, a veces se mueve por instinto; por ejemplo, da por ciertas, hipótesis para que el interlocutor caiga en la trampa. Jaritos no es infalible; así durante un tiempo cree equivocadamente que el asesino es Petratos. Incluso hace uso de la violencia (entrada en la casa de Elení Duru). Y como hombre que ha vivido en la creciente corrupción de la sociedad griega, no duda en recurrir  para su investigación a un comunista torturado y perseguido por la policía en la Época de los Coroneles.
Para Kostas Jaritos la ley no está  por encima de todo. Esto es coherente en una Atenas amordazada por el poder de las cadenas televisivas, controladas a su vez por los políticos. A Jaritos no le queda otra que ser un pobre hombre al servicio de Guikas, del director de “Hello Channel” o del ministro. Su trabajo o sus “points”, a veces, peligran y las pasa moradas para salir bien parado. No obstante, el detective tampoco es un bobo. Si está ahí es por algo. Es inteligente, astuto, atrevido con una pizca de temeridad. En fin, un hombre duro de corazón blando que disfruta pagándole a su Adrianí un viaje para que esté con la hija de ambos o un hombre que se le cae la baba cuando su Katerina le comunica que le han ofrecido en un departamento de la facultad la posibilidad de quedarse para hacer el doctorado.
Los otros personajes. En la novela policiaca clásica son planos, no están definidos, solo son piezas necesarias para el desarrollo de la novela. En cambio, en la novela de Márkaris cada personaje secundario tiene un perfil propio: la periodista inteligente y ambiciosa, el jefe de policía que se apunta los éxitos y echa la culpa de los fracasos a Kostas, el ayudante o el típico tonto útil, el ama de casa aficionada a las series de la tele y que debe componérselas para sacarle el dinero a su roñoso marido. Esta caracterización es importante para que la novela sea un reflejo del mundo real y, a veces, hasta el enigma de los asesinatos se pone al servicio de la caracterización.
Resulta curioso el detalle con que se describen algunos personajes secundarios: la madre del pederasta, la hermana y la sobrina/hija de la primera periodista asesinada, la hija del jefe de “Hello Channel”, la hija de Jaritos. Son muy atractivos estos personajes en tanto en cuanto permiten relajar la tensión narrativa y logran crear una atmósfera apropiada para este tipo de historias.
Estructura. Hay en la novela clásica policiaca los siguientes elementos: un problema, los datos esenciales para descubrir el desenlace, el desarrollo de la investigación y, por último, la demostración. En la novela negra y, en consecuencia, en Noticias de la noche la estructura es distinta. Kostas Jaritos acude para resolver el asesinato de una pareja de albaneses y de un par de periodistas de sucesos. Jaritos interroga aquí y allá (a la hermana y a la sobrina/hija de la primera periodista, al jefe de informativos y al dueño de una cadena de televisión). Sigue pistas que conducen la historia en esa dirección que no es la adecuada exactamente (cartas firmadas por un tal N, el segundo alambre con que asesinan a la segunda periodista). En esta etapa del nudo el propio Jaritos ayuda al lector a horadar la niebla que cubre el misterio aunque el autor deja aún la solución bien escondida para el final; por ejemplo, en la página 205 dice Kostas Jaritos:

“Aún no sé si estoy investigando un caso o si se trata de dos. Si los asesinatos de Karayorgui y Kostaraku guardan relación con la carpeta que me entregó Anna Antonaki, si el asesino es Pilarinós o alguien que actuó bajo sus órdenes. Si no tienen nada que ver, Petratos sigue siendo el sospechoso número uno. Hay algo, sin embargo, que todavía me atormenta. ¿Por qué el asesino revolvió la casa de Kostaraku y en cambio no tocó nada de la de Karayorgui? […] Un auténtico caos.”

 Y llega el desenlace. El desenlace debe ser algo que el lector haya hilado por su cuenta, algo que esté relacionado con las circunstancias y los personajes desarrollados. En efecto, Petros Márkaris ya nos ha preparado para el final. Sabemos desde la segunda mitad de la novela que ni el pederasta ni los trabajadores de “Hello Channel” están implicados. También hace una cuantas  páginas que intuimos el asunto del tráfico de niños y de órganos.
Que la depuración de culpables llegue hasta un determinado nivel y de ahí no pase, que no se toque a Sovatsís porque tiene información privilegiada perjudicial para un pez gordo como Pilarinós, hunde las raíces de la novela en la más pura realidad, le da una verosimilitud que quedaría muy comprometida, según los tiempos que corren, si la purga se hubiese hecho de arriba abajo. En cambio, todo se resuelve como un crimen pasional de cara a la galería. La historia se cierra así: un pobre policía se venga de una periodista que lo empuja a la corrupción, que le niega el acceso a su hija, que juega con él. Y de paso han de cargarse a otra periodista.
Nos encontramos, pues, ante una historia verosímil y eficaz, con juego limpio pero sin absoluta franqueza porque esta destruiría el misterio. Y eso que el lector cada vez le pone las cosas más difíciles al autor, pues a base de leer novelas aprende trucos de aquí y de allá y se las sabe todas. Bueno, casi todas.
Acabo.
Una novela negra bien pensada y bien escrita. La recomiendo sin ninguna duda.
Para finalizar. Muy reveladoras las últimas palabras de Kostas Jaritos:

“Estoy luchando contra un monstruo con dos cabezas y tengo que conformarme con cortarle tres deditos.” (pág. 326)



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