sábado, 6 de mayo de 2017

Mensaje póstumo

Melvin Ness, famoso detective de este siglo, se enfrenta a uno de los casos más difíciles de su carrera. Un asesinato, tres sospechosos, un armario de la antigua Roma que esconde un secreto. Un gran enigma por resolver. A esto es a lo que se enfrenta Ness.

Todo comenzó cuando Melvin fue a visitar a uno de sus profesores universitarios: Melvin se encontró con la puerta de la casa abierta y el cadáver del profesor. A primera vista se podía ver que había muerto desangrado por una puñalada en el abdomen, pero a Melvin le intrigaba aún más otra cosa: un armario del que el profesor se encontraba muy orgulloso. El mueble era muy antiguo y según había confesado el propio profesor con dos valores: uno sentimental, pues era un regalo de su difunta esposa y el otro porque el mueble escondía un truco en su interior que, en palabras de su dueño, consistía en una especie de broma para el futuro propietario. No obstante, el profesor nunca había revelado el secreto.

Lo que más intrigaba a Melvin era que ese mueble constituía el único objeto de la habitación que había sido dañado con dos tipos de cortes hechos con un cuchillo y con la uña respectivamente. Había además otro problema: los cortes no encajaban, se mostraban como una especie de rompecabezas en el que hubiesen desordenado las piezas: todo un reto para Melvin.

Los sospechosos eran tres, todos vinculados a la universidad del profesor. Se llamaban Verdad, una alumna de último curso; Éufrates, alumna de primer curso, y Robin, un exalumno. Sin duda uno de ellos era el asesino. ¿Motivos para el homicidio? Robin y Éufrates tenían asuntos de dinero pendiente con el profesor. Sin embargo para Ness, Verdad era la auténtica sospechosa, aunque tal vez sospechosa no fuese la palabra exacta. Eso es, Verdad ocultaba algo, algo que desconocía, pero iba a descubrirlo.

Ahora tocaba investigar el armario. Ya había dado con el truco aunque no podía desvelarlo porque los policías dirían que estaba modificando la escena del crimen, e incluso podrían tomarlo como sospechoso.

Quedaba la opción del interrogatorio de los tres universitarios. Robin no parecía un muchacho interesante, al parecer decía haber ido a casa del profesor para devolverle un préstamo que este le había hecho. Y sí, era cierto, tenía el dinero en un sobre y una nota del profesor reclamándole el dinero. Verdad había ido a abonarle unas clases extras que le había impartido y también había recibido un mensaje. Por último Éufrates se había acercado a la casa para darle el pésame por la muerte de su esposa puesto que se cumplía un año del fallecimiento y aún no había tenido ocasión de visitar al maestro.

Después de esto Melvin ya sabía a ciencia cierta quién era el asesino. Ahora solo necesitaba reunirlos a todos en el salón para aclarar el caso.

Con todos reunidos comenzó la explicación. Melvin cogió un papel y dibujó un rectángulo que se asemejaba al armario, trazó los cuadrados de las puertas, parecidos a un cubo de Rubik, y dibujó en cada cuadrado el corte correspondiente. Luego cortó los cuadrados, se apoyó en una mesa y los juntó con orden distinto a como los había diseñado. Cuando terminó, se podía leer la palabra «viento». Melvin solicitó a los policías que sacasen los cuadrados del armario y los colocasen de la misma forma, y en el armario también se podía leer «viento».

Entonces Melvin lo explicó. En la cultura griega había una diosa llamada Éufrates, la diosa del viento. Esto le permitió llegar a la conclusión de que el mensaje póstumo lo había hecho el profesor mientras se moría. El asesino, al darse cuenta se había puesto a cortar el armario para disimularlo, pero no había conseguido despistar al gran Melvin.

Si os preguntáis los motivos de Éufrates, ella misma los confesó entonces. Había sido novia del profesor, pero al darse cuenta de que este siempre preferiría a su mujer, decidió matarlo para que se fuese con su esposa el mismo día en que ella había muerto un año antes.

Covadonga Iglesias García, 1º ESO D






No hay comentarios:

Publicar un comentario